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CÓMO SUPERAR EL MIEDO


La pregunta del millón. ¿Cómo superar el miedo? Vamos a partir de la base de que sentir miedo es algo completamente normal. Y no sólo es normal, es que es necesario.

El miedo es un arma de protección que tiene el ser humano, una especie de alerta que se activa cuando percibimos algún tipo de peligro o amenaza.

Pensadlo desde un punto de vista más primitivo. En la era Neandertal, el hombre no vivía en un apartamento en el centro, vivía en las mismas cavernas que vivían los animales, osos, serpientes y demás fauna.

Vivían entre depredadores y un sinfín de amenazas que ponían su vida en peligro en un chasquido de dedos. Y el miedo era la herramienta principal para detectar ese momento en el que tu vida corre realmente peligro. Así que, cuando sientes miedo, no eres un cobarde ni nada parecido, es una reacción natural.

Sin embargo, el miedo se puede dividir en miedo racional y miedo irracional.

El miedo racional es el que surge cuando tienes un león enfrente que te está enseñando los colmillos de manera poco amistosa.

El miedo irracional es el que tienes cuando tienes que dar una presentación enfrente de 30 personas. Pues bien, tengo una mala noticia para ti. El miedo nunca desaparece.

Es una emoción intrínseca del ser humano, y como tal, no puede ser suprimida. Da igual si eres Brad Pitt tratando de ligar o Anthony Robbins dando una conferencia sobre coaching, el miedo está ahí y no sé va a ir.

Pero ahora vienen las buenas noticias. Como todo, esto se puede trabajar hasta el punto de hacerlo casi desaparecer.


Cuando vas al gimnasio de manera regular, fortaleces tus músculos. Sometes a estos a cierta tensión, rompes determinadas fibras y, cuando estas se recuperan, lo hacen con mayor fuerza. Tu cuerpo entiende que tiene que reforzarse para aguantar las cargas a las que está siendo sometido y, entonces, tu músculo crece. Esto es más o menos lo que ocurre con el miedo. Cuando te enfrentas con asiduidad a situaciones que te producen miedo, tu cerebro se adapta.

La primera vez sientes puro pánico, te tiembla todo, tu mente se queda en blanco y sudas como un loco, igual que el primer día de gimnasio te produce unos dolores musculares de campeonato.



Pero estos dolores van dejando de aparecer con el tiempo, porque tu cuerpo se habitúa a ese estado de tensión. Tus músculos se refuerzan y tu cuerpo ya no duele. Y de la misma manera, la segunda vez que te enfrentas a esa presentación en público que te produce tanto miedo, te sientes un poquito más cómodo, un poco más seguro. La tercera vez, la voz ya no te tiembla, y dejas de moverte por el escenario como si estuvieras jugando al pilla-pilla.

La quinta vez te permites el lujo hasta de hacer un par de chistes malos durante la presentación, la décima empiezas a hacer que el público interactúe contigo y la vez número cincuenta te sientes como en casa.


Antes de entrar en el escenario estás un poco nervioso, pero ya no sientes ese miedo paralizante, han desaparecido los temblores, los sudores y la voz quebrada. A base de constancia, has logrado vencer al miedo. Pero, como os digo, este es un proceso continuo.

¿Qué ocurre si dejas de trabajarlo?


Llega el verano y se termina el periodo de presentaciones y te tiras 4 meses sin hablar en público y cuando llega octubre y vuelves a las presentaciones, regresan los temblores y la voz quebrada. Vuelves a no sentirte tan cómodo frente al público y, sin siquiera haber empezado, ya estás deseando que termine.


Y así permites que el monstruo del miedo se vaya haciendo más grande cada vez que decides no enfrentarte a él.

El miedo es algo que se combate cada día, no una vez al año. Si quieres superarlo, debes enfrentarte a él siempre que tengas oportunidad. No puedes pretender ir al gimnasio una vez al año y estar super musculado, ¿no? Pues esto es lo mismo, no puedes pretender estar constantemente huyendo de tus miedos y tener la esperanza de poder vencerlos mágicamente en algún momento de tu vida. Ninguna batalla se gana huyendo, así que la próxima vez que se te presente esa situación que tanto miedo te da, mantente firme, mírale a la cara y carga contra ella sin pensarlo ni un segundo.



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